"ME LIGARON EN LA PLAYA"
Es 11 de Julio, son las 8 de la mañana y un sol
espléndido que presagia una mañana soleada y calurosa, pega de
lleno sobre la ventana de mi habitación ¿qué hacer? pues
está claro, me voy a la playa a tomar el sol y darme un baño.
Me ducho, desayuno y tras hacer la cama y poco más, cojo mi mochila pequeña,
introduzco mi toalla azul y a las 9 de la mañana salgo por la puerta
de casa dispuesto a disfrutar de una tranquila y relajada mañana de playa.
Son las 09´30 y hay poca gente en la playa todavía, nada que ver
con la aglomeración que tendremos para el mediodía, elijo mi sitio
un poco más allá de la mitad junto a una pequeña roca y
extiendo mi toalla sobre la arena. Aunque es pronto el sol tiene ya bastante
fuerza por lo que tras quitarme toda la ropa (la playa de Barrika es nudista)
y darme un poco de crema, me tumbo sobre la toalla dispuesto a capturar el mayor
número posible de rayos de sol.
Sobresaltado por la voz de una mujer me incorporo, ¿Qué pasa?
“Perdona pero hace como una hora y media que mi marido y yo hemos venido
y llevas todo ese tiempo al sol tumbado, te hemos despertado para que no te
quemes la piel, pues la tienes ya bastante roja”. Ciertamente me había
quedado dormido casi dos horas, la playa estaba ya bastante más concurrida
y el espacio empezaba a escasear. Tras darle las gracias a la mujer por su detalle
de haberme despertado es cuando noté sobre mi piel la molestia y el efecto
de tanto sol recibido. Me levanté y con paso decidido me metí
en la mar para refrescar mi cuerpo. Tras un buen rato en el agua la temperatura
de mi cuerpo había recuperado su estado óptimo, por lo que poco
a poco salí del agua y me dirigí a mi toalla. Las apreturas entre
la gente eran ya evidentes y la pareja que me había despertado estaban
ahora con sus toallas pegando casi con la mía.
Me senté sobre mi toalla y como la mujer estaba tan cerca volví
a darla las gracias, empezando una leve conversación sobre el asunto.
Se llamaba Sonia y a sus 50 años podía presumir de llevarse buena
parte de las miradas de la playa. Un poco entradita en carnes, caderas bien
torneadas, piernas largas y musculadas, pero sobre todo unos pechos que quitaban
el hipo, coronados por sendos pezones marroncitos y medio tiesos de amplia aureola.
Estábamos los dos sentados codo con codo, (los tres si contamos al marido
que estaba a su derecha) y su presencia tan cercana estaba empezando a tener
consecuencias en mi entrepierna que comenzaba a ponerse morcillona y es que
mientras charlábamos me era imposible no fijarme de vez en cuando en
sus pechos. En un momento dado se recostó hacia atrás apoyándose
en sus codos y dejando totalmente expuestos sus pechos ante mis miradas. Yo
también me eché para atrás hasta apoyarme en mis codos
y estar a su altura para poder seguir charlando, en ese momento mi pene pasó
de estar escondido entre mis piernas a quedar al aire y a la visión de
todo el mundo con una empalmada que me era imposible de disimular. Tras darme
cuenta no tardé ni 5 segundos en darme la vuelta y ponerme boca abajo
pero Sonia ya se había percatado de ello. “Ciertamente los hombres
en las playas nudistas tenéis ese problema” me dijo sonriendo,
“pues solo puedo decirte que lo siento y espero que no te lo tomes a mal,
pero es que estás tan cerca …” no me dejó terminar
la frase y acercándose a mi oído continuó “mira Kristio,
tengo 50 años y a mi edad una mujer agradece que otro hombre aparte de
su marido se fije en ella, tu llevas un buen rato devorándome los pechos
con la mirada y a mi particularmente me encanta que así sea incluso eh
comenzado a ponerme cachonda yo también con la situación”.
Su confesión me puso a cien y ahora si que tenía mi virilidad
totalmente exaltada, girándome lo justo para que ella pudiera tener acceso
visual a mi miembro, la dije que mirase como se me había puesto de dura
gracias a ella. Sonia la miró y pasando su lengua por sus labios me miró
a los ojos y me preguntó si tenía prisa y si disponía de
la tarde libre, yo la respondí que disponía del día entero.
Su marido que ya se había percatado de la situación, se acercó
a mi y me preguntó si me apetecía ir con ellos a su casa y como
la respuesta por mi parte fue un expresivo “por supuesto”, nos levantamos
recogimos nuestras cosas y el resto de la tarde, os podéis imaginar como
lo pasamos.
Kristio |