"JUGANDO EN LA SAUNA"
Tras 1 hora de esfuerzo en la piscina, Lorena se encaminó hacia el vestuario
deseando descansar un poco y después tomar una reparadora sesión
de sauna. En la puerta que separa los vestuarios de la piscina, se topó
con un hombre que gentilmente la cedió el paso, cuando ella le dio las
gracias el hombre la respondió que “para gracias las que a usted
la adornan”. A Lorena aquel inesperado piropo la turbó. A sus 46
años se conservaba bastante bien, algún michelín aquí
y allí y sobre todo un estupendo par de tetas que a cualquier hombre
le encantaría poder disfrutar de ellas, se miró las tetas cubiertas
con en pequeño bikini y pensó “seguro que al tío
ese le han gustado mis tetas y por eso me lo ha dicho”. Ya en el vestuario
se sentó en el banco y volvió a pensar en el hombre que tan sutilmente
la había piropeado, notó como su cuerpo experimentaba una reacción
de excitación ya casi olvidada por ella. Comenzó a recordar sus
años de juventud en los que vivía únicamente por y para
el sexo. Ciertamente se trataba de una mujer que había sabido disfrutar
a tope de su sexualidad y cuando con 35 años se casó, aquella
pasión por el sexo inesperado y libre se fue apagando poco a poco. No
es que se quejase de su relación matrimonial, pero si había fantaseado
de vez en cuando con la posibilidad de tener un amigo cómplice con el
que echar de vez en cuando una canita al aire.
El bikini la quedaba un poco pequeño y como sus tetas eran hermosas,
en la posición un poco inclinada en que se encontraba estas la colgaban
de forma espectacular, dejando casi la mitad de estas al descubierto y volvió
a pensar “si ese tío me viese ahora se le pondría el paquete
del bañador a tope”. Con estos pensamientos su excitación
iba en aumento, notó como los pezones se le ponían duros y se
marcaban perfectamente bajo la fina tela del bikini, su entrepierna comenzaba
a humedecerse y su exasperación estaba comenzando a tomar tintes por
ella olvidados.
Se levantó, cogió su toalla y se encaminó a la sauna. Por
suerte no había nadie más de modo que pudo sentarse en el banco
inferior. Un par de minutos más tarde, la puerta se abrió entrando
casualmente el hombre que antes la había piropeado. Colocó su
toalla en la otra esquina del mismo banco inferior y se sentó. Se trataba
de un hombre de unos 40 años y claramente deportista. Estaban solos,
uno frente al otro y Lorena seguía con sus pensamientos al rojo vivo.
Cerró los ojos y comenzó a imaginarse al hombre junto a ella,
rozando sus cuerpos sudorosos. Abrió los ojos y pilló al hombre
mirándola descaradamente el escote de sus tetas. Ya no había dudas
de que ciertamente le gustaban sus tetas. Sus pezones volvían a estar
duros y el hombre aunque de reojo no la quitaba el ojo de encima. Con la disculpa
de mirar la hora en el reloj del exterior, se inclinó hacia delante a
sabiendas de que en esta postura sus tetas caerían hacia delante y formarían
un canal espectacular en el interior de su bikini. Estaba segura de que al hombre
le encantaría dicha exhibición por su parte. Al hombre se le salían
los ojos con el espectáculo y se movió en su sitio como poniéndose
cómodo. Lorena sabía que lo que le pasaba es que su miembro se
le había puesto duro e intentaba disimularlo. Le miro a los ojos y el
hombre nervioso, la pidió disculpas alegando que no podía controlar
dicha reacción. Ella le sonrió y ya lanzada le preguntó
directamente si tanto le gustaban sus pechos, “¿Gustarme señora?
son fantásticos y me encantaría poder seguir contemplándoselos
con su permiso”. Lorena le respondió que por supuesto que podía
mirarlas todo lo que quisiera y deposito su mano derecha sobre el sudoroso muslo
del hombre diciéndole que la gustaría comprobar por si misma cuanto
le gustaban sus pechos. El hombre se acercó hasta el centro del banco
y recostándose hacia atrás la dijo que tenía su permiso
para comprobar todo lo que desease, ella deslizo suavemente su mano por el musculoso
muslo del hombre hasta toparse con el bañador que marcaba el bulto exagerado
del miembro erecto en su interior. Posó su mano sobre el bulto y con
suma lentitud la deslizó trazando círculos sobre el, acercando
su boca a la de el, sacó su lengua lascivamente y el acercó su
boca a su vez hasta fundirse ambos en un beso complice y apasionado. La mano
del hombre separó la tela de su bañador y le dijo a Lorena que
lo comprobase directamente. La mano de Lorena abarcó el duro miembro
del hombre y comenzó a masturbarlo suavemente, el hombre por su parte
con su mano derecha le metía mano a los hermosos y sudados pechos de
Lorena, que cachonda pérdida le animaba a que se las manosease y magrease
todo lo que quisiera.
De repente la puerta exterior, de acceso a la sauna se abrió y ambos
tuvieron que disimular y colocarse en sus respectivos rincones apresuradamente,
para que no los pillasen metiéndose mano. Se abrió la puerta de
la sauna y entraron dos mujeres mayores lo que aprovechó Lorena para
tras guiñarle un ojo al hombre salir de la sauna. El hombre tuvo que
aguantar unos minutos más ya que el estado de excitación de su
polla no era el más aconsejable para mostrarse en público.
Una vez duchados y vestidos se encontraron en el vestíbulo del edificio,
charlaron sobre lo acontecido y se pasaron sus teléfonos respectivos.
Seguro que tardarían muy poco en intentar repetir la experiencia.
Kristio |