
"EN LA PENUMBRA"
  Un leve tono me indicó que acababa de recibir un mensaje en mi móvil. 
  Curioso lo abrí y la polla me pegó un brinco de emoción. 
  El mensaje decía:
Hotel Dómine, habitación 569, hoy, 6 de la tarde, la puerta estará abierta, entra y cierra, desnúdate y disfruta del espectáculo.
Semanas atrás mientras contemplaba una película 
  en los Multicines, una mujer de unos 50 años de edad se sentó 
  a mi lado. Morena, 1,70 aproximadamente de estatura y un poco entradita en carnes. 
  Su cuerpo cubierto con un vestido negro y una minifalda ajustada, emanaba provocación 
  y sensualidad por todos sus poros. En la penumbra del cine podía adivinar 
  sus tersos y poderosos pechos, gracias al generoso escote que la mujer lucia 
  y que se encargaba de mostrarme girándose hacia mí. Con su minifalda 
  negra exageradamente subida, me mostraba casi por completo sus preciosas piernas 
  envueltas en medias de licra color carne que yo en la penumbra del cine intentaba 
  contemplar el máximo posible. A todo lo anterior debo sumar que calzaba 
  unos zapatos negros de tacón de aguja que creaban en ella una imagen 
  de Madame dominante bajo cuyo látigo deseaba arrodillarme y satisfacer 
  sus deseos más calientes e íntimos.
  
  Se dedicó a meterse mano junto a mi durante toda la película, 
  calentándome y mostrándome sin tapujos lo bien que se lo estaba 
  pasando exhibiéndose a mi lado, en un momento dado su mano rozó 
  mi muslo muy suavemente y se quedó posada sobre el, yo me desabroche 
  el pantalón y tras bajarme la cremallera saqué al exterior mi 
  endurecido pene y comencé a masturbarme suavemente a su vista, invitándola 
  claramente a proseguir con el avance de su mano. Su mano ascendió por 
  mi muslo hasta encontrarse con mi mano y con mi pene, me la agarró y 
  comenzó a masturbarme muy suavemente. 
  Deposité mi mano izquierda sobre sus muslos y poco a poco fui subiendo 
  por ellos hasta encontrar la fina tela de su tanga Tras sobarla todo el pubis 
  por encima de la tela, separé con mis dedos la tela del tanga y busqué 
  con suavidad su clítoris, tenía la entrepierna mojadísima 
  y al poco entre espasmos y aguantándose para no chillar se corrió 
  con mis dedos tildándola el clítoris. Yo 
  estaba a cien, de modo que reclinándose hacia mí se la metió 
  entera en la boca y comenzó a comérsela con extrema suavidad. 
  Sin poder aguantar más me corrí lanzando un chorro de semen contra 
  el asiento de delante.
La película casi había terminado de modo que tras arreglarnos esperamos a que esta finalizase. Al salir tomamos una cerveza en un bar cercano y tras charlar sobre lo acontecido nos pasamos nuestros respectivos teléfonos. Pues bien, el mensaje que acababa de recibir era del teléfono de ella y sabia que si acudía a tan morbosa cita lo pasaría en grande esa tarde.
A las 6 de la tarde me presenté en el pomposo 
  hotel Domine, me introduje directamente en uno de los ascensores y subí 
  a la quinta planta. A medida que me acercaba por el pasillo hasta la habitación 
  569 mi corazón subía el ritmo de sus palpitaciones. Tras respirar 
  profundamente, giré el pomo de la puerta y esta se abrió, dentro 
  la oscuridad era total, salvo una tenue luz roja proveniente del baño. 
  Cerré la puerta tras de mi y me acerqué en la oscuridad. La penumbra 
  roja dentro del baño era similar a un estudio de revelado de fotografía. 
  La transparente puerta de cristal me permitió observar como en el interior 
  de este y bajo una bombilla de color rojo, la mujer de cara a la puerta se acariciaba 
  suavemente con la mano derecha mientras con la izquierda se masajeaba sus espléndidos 
  pechos. Desde mi posición detrás de la puerta de cristal, comencé 
  a desnudarme delante de ella, para poderme observar mejor se giró un 
  poco y mientras continuaba masturbándose me miraba y se abrió 
  un poco más de piernas para que pudiera observarla perfectamente. Totalmente 
  liberado de mi ropa me acerqué al cristal con mi pene totalmente tieso 
  en mi mano y comencé a masturbarme mientras la observaba. Las palabras 
  no hacían falta y la presencia del cristal entre ella y yo le daba un 
  morbo especial a la situación. La mujer se acercó hasta pegar 
  con el cristal, seguidamente se tumbó en el suelo boca arriba y levantando 
  su pelvis, continuó masturbándose delante mío y a escasos 
  centímetros de mí. Mientras ella me miraba lascivamente disfrutando 
  de su exhibición ante mi, yo por mi parte me había arrodillado 
  junto a ella al otro lado del cristal y me masturbaba delante de ella. Recostando 
  mi espalda hacia atrás la mostraba mi pene totalmente endurecido apuntando 
  al techo mientras con la lengua la demostraba mi deseo de ocupar el sitio de 
  su mano entre sus muslos. 
  Me miraba fijamente a los ojos como diciendo”mira como me masturbo, masturbate 
  todo lo que quieras”. Yo ciertamente estaba como embelesado contemplándola 
  cuando de repente comenzó a sacudir su cuerpo violentamente, se mordió 
  el labio inferior y entre espasmos y pequeños chillidos se corrió 
  como una loca ante mí. 
  Todavía tumbada en el suelo y tras guiñarme un ojo me invitó 
  a entrar en el baño, con la mano izquierda me hacia gestos de que me 
  acercase a ella.
  En vez de agacharme lo que hice fue ofrecerla mi mano para ayudarla a levantarse, 
  luego la animé a entrar en la ducha los dos y jabonarnos mutuamente bajo 
  la penumbra roja que manteníamos como única luz. Tras dedicar 
  un rato a jabonarnos y sobarnos mutuamente, yo situado a su espalda y con mi 
  miembro bien duro pegado a su culo, la sobaba sus esplendidas tetas mientras 
  ella me manoseaba el pene y los huevos, me agaché e introduciendo mis 
  dedos entre sus muslos separé los labios de su vagina. Mi lengua buscó 
  sus entrañas bajo el chorro de la ducha y sus manos se apoyaron en mi 
  cabeza. Levantó su pierna derecha y tras apoyarla en mi hombro se recostó 
  en la pared de la ducha y sacó su pelvis hacia fuera para facilitar mi 
  acoso a sus entrañas. Jadeaba y se retorcía a cada envite de mi 
  lengua sobre su clítoris, dos de mis dedos entraban y salían lentamente 
  de su jugosa vulva, hasta que pegando un chillido se corrió tan salvajemente 
  que apenas pudimos mantener ambos el equilibrio. Abrí la puerta de la 
  ducha y dándola la mano la ayude a salir de la ducha, nos fuimos a la 
  cama donde me tumbe boca arriba. De mi pantalón saqué un condón 
  y con nerviosismo colegial me lo puse, ella casi sin esperar a tenerlo puesto 
  se puso encima mío, dejó caer su cuerpo y se clavó mi pene 
  hasta las entrañas. Yo ya no estaba para aguantar mucho de modo que cogiéndola 
  por las caderas la empecé a follar con fuerza hasta que sin poderla avisar 
  siquiera me corrí como un salvaje.
  Follamos hasta quedar rendidos.
   
  
| Kristio |