"EL TXOKO "
Por fin tras casi dos meses charlando y sin encontrar un día para poderse
conocer en persona, aquel viernes noche cenarían juntos en el txoko que
Jaime tenía en Barrika. Llegaron entre lluvia y viento lo cual es bastante
habitual en el mes de febrero y la sensación térmica era bastante
fría y desagradable lo que hacía que ambos se cubrieran con sus
chaquetones cerrados hasta el cuello.
Cuando Eva penetró en la estancia un leve aroma a incienso inundó
sus sentidos, ciertamente Jaime ya la había explicado que le gustaba
quemar un poco de incienso de canela de vez en cuando a modo de ambientador,
pero aun así se sorprendió (no son detalles que suela cuidar un
hombre) pensó.
Galantemente Jaime le pidió a Eva su abrigo, ella se lo quitó
y Jaime lo colgó de una percha en la pared. Los ojos de Jaime rápidamente
recorrieron con entusiasmo la fabulosa anatomía de su amiga embuchada
en un vestido de color negro que la llegaba hasta medio muslo y vislumbraba
una figura espectacular bajo el. Sus poderosas piernas aderezadas con sendas
medias también de color negro que Jaime podía apreciar hasta medio
muslo y unos zapatos de tacón fino también negro completaban un
panorama de lo más sugerente. Al momento la calenturienta mente de Jaime
comenzó a divagar con diversas posibilidades y fantasías y tuvo
que ser la propia Eva quien le volviese nuevamente a la realidad del momento
con un beso muy suavecito en los labios. A estas alturas Jaime lucía
ya una erección considerable pero se propuso que siendo el primer día
debía ir con paciencia y suavidad.
Jaime mostró a Eva las estancias del lugar y tras pasar por el comedor
y el baño Eva le preguntó por el piso superior de madera donde
se apreciaba una tenue luz, Jaime la comentó que era una pequeña
habitación. Eva curiosa le pidió subir para poderla ver y Jaime
la mostró las escaleras que daban acceso a esta.
16 Peldaños en vertical por la pared conformaban la escalera que Eva
debería ascender para acceder a la habitación, Eva se acercó
y trató de comenzar a subir pero las apreturas de su vestido se lo impidió,
con una sonrisa picarona miró a Jaime y le solicitó por favor
que se diese la vuelta ya que tenía que subirse el vestido para poder
subir por la escalera a lo que Jaime también sonriendo pícaramente
respondió que por supuesto y se dio la vuelta. Eva se remangó
el vestido hasta lo más alto de sus muslos y sus braguitas también
de color negro quedaron al aire, miró nuevamente a su amigo y tras volver
a sonreír se dispuso a subir por la escalera. Poco a poco y peldaño
a peldaño con bastante miedo fue superando su vértigo y consiguió
encaramarse hasta la habitación. Se encontró con una estancia
en ángulo iluminada por dos pequeñas velas en el suelo, en uno
de los ángulos una cama de 1’35 ocupaba la parte inferior mientras
que en la parte superior una segunda cama conformaba la litera del lugar. En
el ángulo contiguo una litera colgaba del techo, bajo esta un perchero
en barra y al fondo en la pared un espejo rococó de grandes proporciones
completaba la estancia.
La penumbra formada por las dos velitas y el aroma a canela e incienso impregnaban
el lugar de un aro de sensualidad oriental y Eva se llevó las manos a
su entrepierna, tenía la falda subida hasta las caderas y sus braguitas
a la vista, sus dedos rozaron suavemente su clítoris por encima de la
braga y su lengua se deslizó juguetona rozando sus propios labios, contrariamente
a lo que solía ser habitual en ella que siempre trataba de ser prudente
en sus amistades, esta vez su mente parecía incitarla a satisfacer sus
ansias de caricias y ternura, sabía que su amigo Jaime la deseaba y ese
pensamiento la exacerbaba más todavía.
Jaime desde el comedor la indicó que bajase pues la esperaba con una
copa de txakoli para brindar por la ocasión y Eva se dispuso a bajar,
miró hacia abajo y la aterró el vértigo del vacío,
no iba a ser tan fácil bajar como subir y tras varios intentos de superarlo
llamó a Jaime, este se acercó a la base de la escalera y miró
hacia arriba donde descubrió la imagen de Eva con la falda subida hasta
la cintura. No sabiendo que pensar Jaime preguntó a Eva que era lo que
sucedía y esta ruborizada por la situación le respondió
que tenía mucho vértigo y no se atrevía a bajar.
Sorprendido y un poco divertido Jaime subió a la habitación, esta
vez Eva no se había bajado el vestido y mostraba a Jaime la totalidad
de sus muslos y un poquito de sus braguitas negras. Jaime la miró divertido
y con una leve sonrisa indicó a Eva que no se preocupase, Eva se disculpó
por recibirlo así y le explicó que no era su intención
provocarle, Jaime la agarró de una mano y acercó sus labios besándola
con suavidad.
“Tendrás que confiar en mí, tendré que agarrarte
y sujetarte por los muslos y creo que será un contacto muy íntimo
en algún momento pero es la única forma de sujetarte para que
puedas bajar” le dijo Jaime a Eva, ella ruborizada asintió y le
dijo que adelante.
Jaime bajó unos pocos peldaños e indicó a Eva que se acercase,
con el cuerpo de Jaime por debajo, Eva no tuvo tanto miedo de agarrase a la
escalera y colocarse sobre su amigo, los brazos de Jaime abrazaron la cadera
de Eva y esta comenzó a descender peldaño a peldaño. No
pudiendo bajar los dos a la vez, Jaime descendió un poco más y
tras colocar su cabeza entre los muslos de Eva volvió a ascender hasta
tocar con su cuello las partes más íntimas de su amiga. Eva notó
por momentos como los papos de la cara se le ruborizaban y un sofoco olvidado
en el tiempo la envolvió de pies a cabeza, notaba su vagina apretada
contra el cuello de su amigo y su pobre clítoris exaltado por la circunstancia
apretado contra el cuello de su amigo. Eva estaba a caballo sobre los hombros
de Jaime y a cada peldaño que descendían el roce del clítoris
sobre el cuello iba provocando en Eva un estado de excitación desesperante
y agradable a la vez, estaba disfrutando con ello y eso la gustó e hizo
que su deseo hacia su amigo fuese cada vez mayor.
Con los pies ya en el suelo, Jaime agarró nuevamente a Eva por la cadera
y agachándose sacó su cabeza de entre los muslos de su amiga,
acto seguido abrazó sus muslos e indicó a su amiga que siguiera
bajando tranquila ya que el la sujetaba.
Una vez ambos en el suelo se miraron y tras unos segundos en silencio ambos
iniciaron una sonora carcajada, realmente la situación había sido
cómica pero las secuelas de lo ocurrido entre ambos continuarían
después de cenar.
Kristio |